En los últimos tiempos la creciente complejidad de los procesos de globalización en que estamos inmersos ha provocado una profunda crisis moral y ética. El debilitamiento de valores y principios ha viciado la convivencia general. 

El mundo que nos contiene edifica sus ideales de progreso en el confort, eficiencia y resultados dejando de lado los valores éticos y cristianos. Este proceso de complejidad creciente  provoca una  indiscutible frustración y orfandad en el hombre de hoy. Esta situación que percibimos y vivimos en la cotidianeidad debe llevarnos a tomar conciencia de la insuficiencia de sus postulados.

El desafío consiste en salvar al hombre de la deshumanización, ayudarlo a encontrarse a sí mismo, a salvar su vida del deterioro y pérdida de calidad, rescatar los valores del espíritu de la esclavitud,  del materialismo y del hedonismo.

Esta situación influye en la realidad educativa que convive  con la crisis y necesita con urgencia del discernimiento pedagógico en la búsqueda de nuevos caminos. Así, el docente se transforma en un referente clave para acompañar  y formar hombres y mujeres íntegros, valiéndose de herramientas culturales que conduzcan al crecimiento armónico e integral de los educandos contribuyendo así a su inserción sana y creativa en la sociedad en las que les toque vivir.

Un docente católico debe educar, para formar  personalidades fuertes capaces de resistir al relativismo debilitante y vivir coherentemente las exigencias del bautismo, para producir agentes para el cambio permanente y orgánico que requiere la sociedad.En este proceso de recuperación de valores es  imprescindible el  Trabajo en Equipo que permita asegurar las condiciones necesarias para lograr reconstruir la Nación desde la educación. El trabajo en equipo es un espacio de  encuentro privilegiado en el  que se fortalece la identidad profesional, mediante el  vínculo armónico con el otro, el deseo de compartir el conocimiento, el valor solidario del compromiso, el respeto…

La primera clave es la consolidación de su  identidad personal que no puede desarrollarse desde una cultura del desencuentro. Las tareas en equipo hacen realidad el mensaje de San Pablo cuando dice que “con diversos dones, puestos en común, contribuimos a unificarnos en el Cuerpo de Cristo”.

Para esto es necesario un docente que sea instrumento activo de este proceso cambiante y concientizarse de que la docencia es el medio más idóneo para contribuir al progreso social mediante la formación de los alumnos en las aulas. Debe vivir esta crisis como una  oportunidad para ser un agente de cambio social (Giroux, J).Un docente católico debe demostrar solidez en la transmisión de los conocimientos y sabiduría, iluminado con la Palabra de Dios. Su  misión es más que educar:  es formar integralmente a los alumnos, evangelizándolos, logrando  la síntesis entre Fe y Ciencia, Fe y Cultura, Fe y Vida, teniendo presente que Amar es educar  y educar es evangelizar.

Los docentes trabajarán en un clima de libertad académica en donde disfruten de la autonomía para innovar su práctica y dedicación a los alumnos privilegiando también este espacio para evangelizar.

Son pilares básicos de la docencia: la investigación, la enseñanza y el servicio. Esta  última considera la íntima naturaleza del hombre como ser social que no puede vivir sin desplegar sus cualidades relacionándose con los demás. Esto fortalece y consolida su identidad personal y profesional.Los nuevos modelos de enseñanza requieren un docente mediador entre la persona y el conocimiento, función que necesita una profundización  de los niveles de profesionalización. Esto implica capacitarse:

  • Profesionalmente para adecuarse en forma permanente en el ejercicio de la profesión. La resignificación del rol docente exige la construcción de competencias para resolver problemas y participar de la dinámica renovada de la sociedad reflejándose las mismas en las aulas, la escuela y la comunidad. La capacitación le permitirá construir herramientas para generar innovaciones y procesos de transformación en el aula . El docente debe estar preparado para enfrentar el desafío de pensar y probar otros modelos de aprender y enseñar, para salvar las distancias entre el mundo de la escuela y un afuera en cambio
  • Espiritualmente, ampliando y profundizando conocimientos de la fe que profesa conforme a su vocación cristiana que le permitirá contribuir a la construcción del Reino y ser mensajero de las Verdades Eternas.

Ser un activo agente evangelizador implica :

  1. Dar testimonio de fe cristiana
  2. Ser pensador independiente.
  3. Ejercitar la humildad intelectual para autoevaluarse.
  4. Mostrar integridad, honestidad y responsabilidad.
  5. Ser creativo.
  6. Crear ambientes donde no sea arriesgado opinar.
  7. Educar más por lo que es, que por aquello que dice y hace. 
  8. Ser  verdadero ejemplo de conjunción entre Fe y Vida.
  9. Profesar una vocación vital, integradora de toda su persona en un compromiso de donación de sí”.
  10. Ser portador de un mensaje de valores evangélicos por los cuales vale la pena luchar y vivir.
  11. Estar comprometido con su vocación de docente católico.

Jesús nos invita a “navegar mar adentro” (Conferencia Episcopal Argentina. 2.003) en nuestra misión educadora, señalando con esperanza las etapas del camino que nos da la oportunidad de dar un renovado impulso a la Evangelización de la Cultura ya que la Educación es la Encarnación de la Cultura (Bruner, G. 1-997)